La violencia escolar se anida en lo que parecen burlas inocentes donde germinan agresiones físicas y psicológicas que pueden marcar una vida en proceso de crecimiento. No es un juego lo que ocurre en el recreo. Estos hechos se asocian a problemas de disciplina, conflictos entre profesores y estudiantes, destrucción de instalaciones, maltrato entre compañeros, burlas ofensivas y el acoso conocido por el término en inglés "bullying", que tiene su relación en el clásico "chalequeo", cuando implica la reiterada humillación y el uso de descalificativos.
En el informe Somos noticia, presentado por Cecodap, organización que orienta en la protección de derechos de niños, niñas y adolescentes (NNA), se monitorio la prensa desde octubre de 2009 hasta septiembre de 2010, y detectó que la violencia escolar representa 9% en las formas más frecuentes que sufre esta población. "Hay que diferenciar un incidente de disciplina escolar de un delito. En estos casos las autoridades, la escuela y los padres deben acudir a los órganos de protección de niños, niñas y adolescentes para que se tomen las medidas legales", explica Carlos Trapani, coordinador del programa Buen Trato de Cecodap. Trapani destaca que la violencia externa es un factor social que se reproduce en la escuela: "Tenemos un entorno violento, un discurso violento, unas relaciones violentas y la escuela no es una isla. Es inevitable que esto impacte dentro de las instituciones".
Soy diferente. Una agresión verbal puede doler más que un golpe y más si se mantiene en el tiempo. Crear calumnias, esparcir rumores o chismes, hacer comentarios racistas, clasistas o sexistas, xenofóbicos y en especial criticar a la gente que es o luce diferente, es violencia. Según un diagnostico hecho por Cecodap junto a la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) en 32 instituciones educativas, dentro del perfil psicosocial de las víctimas, los niños y niñas con características físicas que los diferencian del resto aparecen en los primeros lugares como posibles víctimas. El diagnóstico de Cecodap refleja que la mayoría de los padres de niños agresores son indiferentes ante la situación, justifican las actitudes de sus hijos e incluso actúan de manera violenta.
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